¡SOCORRO, LLEGÓ LA ADOLESCENCIA!

Como padres, estábamos avisados. Cuando nacieron nuestros hijos la gente nos decía: “Disfrutadlos ahora que son pequeños…”. “ Niños pequeños, problemas pequeños, niños mayores, problemas mayores”. Una y otra vez se nos repitió que llegaría aquel día en el que ese bebé encantador, se convertiría más adelante en un desconocido que criticaría nuestros gustos, rechazaría nuestros valores y cuestionaría continuamente nuestras normas.

Pues bien, llegó la ADOLESCENCIA y aunque estuviésemos supuestamente preparados para el CAMBIO DE ACTITUD de nuestros hijos, nadie nos preparó ante otro tipo de sentimientos:

· Pérdida del antiguo y ESTRECHO VÍNCULO: “¿Quién es este desconocido que vive en mi casa?

· Pérdida de la CONFIANZA: “¿Por qué se comporta así? ¿Habré hecho algo?”

· Pérdida de la SATISFACCIÓN DE SER NECESARIO: “No hace falta que me acompañes…ya lo hará algún amigo”.

· Pérdida del ROL PROTECTOR: “Es tardísimo, ¿Dónde estará a estas horas?”

· Sentimiento de MIEDO ante la situación: “¿Cómo puedo ayudar a mi hijo/a en estos años tan complicados?

Con todas estas cuestiones sobre la mesa, ¿cómo no van los padres de hoy a sentirse abrumados?

El tándem entre padres e hijos es complejo, por un lado el BIENESTAR DE LOS ADOLESCENTES, depende del acceso que tengan a las ideas y los valores de los padres. Por otro lado, los adolescentes necesitan poder CONFIAR sus miedos, EXPRESAR sus dudas y EXPLORAR distintas posibilidades con un adulto que les escuche y les ayude a tomar decisiones responsables.

La convivencia con los adolescentes puede resultar abrumadora. Lo sabemos. Pero no olvides que también podemos aprender estrategias y habilidades para navegar en estas aguas turbulentas sin llegar a hundirnos.

¡JUNTOS PODREMOS!

Virginia Pérez Domínguez.

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