¿Sabemos qué hacer con la frustración de nuestr@s hij@s?

La frustración infantil. Un tema de actualidad.
La vida nos depara muchas cosas, tanto malas como buenas, pero cada uno tiene una manera de afrontar esos logros o fracasos que la vida nos deja.
Cuando algo no sale como nosotros esperamos, cuando el tiempo de espera es superior al que deseamos, cuando fracasamos por alguna razón… nos sentimos frustrados y esta frustración puede llevarnos a tener reacciones de agresividad, ira, sentimientos de inferioridad, etc.
Hoy en día vemos cada vez más en los niños la intolerancia a la frustración. Al igual que los adultos nos enfadamos con nosotros mismos cuando no conseguimos lo que queremos o las cosas no salen de la manera que deseábamos, los niños también se frustran cuando las cosas no son como ellos quieren.
¿Tu hijo/a se enfada porque ha perdido a algún juego? ¿Se siente inferior a los demás cuando saca peores notas? ¿Ves en tu hijo una actitud perfeccionista y tiene rabietas significativas cuando las cosas no son como a él/ella le gustaría que fuesen? Estamos hablando de la baja tolerancia a la frustración que hoy en día se observa en los más pequeños. Un nivel de frustración bajo es necesario para motivarnos, asumiendo que las cosas no son siempre como esperamos y que la vida nos depara sorpresas, por lo tanto, este mínimo de frustración nos enseña a seguir adelante, a intentar lo que deseamos una y otra vez hasta que lo consigamos y por lo tanto esta frustración nos hace fuertes. Esto es lo que debemos enseñar a nuestros hijos/as desde pequeños.
Pedro Javier Rodríguez Hernández, miembro de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Asociación Española de Pediatría y Pilar Quiroga, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca publicaron el pasado 9 de Enero en el periódico El Mundo una serie de consejos para que los padres puedan enseñar a sus hijos a manejar esta frustración:
1- Tener unas normas y límites claros en los que los dos padres estén de acuerdo.
2- Respetar los tiempos de los niños, es decir, no tener prisa porque no hagan determinadas cosas, cada uno lleva un ritmo y un proceso madurativo.
3- Enseñar a los niños a esperar y a ser pacientes con las cosas que quieren. «Cuando nos demanden algo, intentar no dárselo siempre inmediatamente. Podemos empezar por una espera de pocos segundos e ir poco a poco incrementándola. Aprenderán a manejar los turnos de espera», recomienda Quiroga.
4- Enseñarles que también pueden pedir ayuda, que esa es otra solución cuando se frustran.
5- No sobreestimular a los pequeños. «El niño necesita crecer con una estimulación mínima en un entorno normal, porque el mundo ya es de por sí muy estimulante para ellos», afirman Martín y García.
6- Es importante no sobreproteger pero tampoco ser demasiado permisivos.
7- Hay que dedicar tiempo para gestionar sus rabietas cuando les decimos ‘no’. «Es importante educarles en el desarrollo de la creatividad para buscar soluciones y continuar hacia delante», señalan Marín y García.
8- Si la intolerancia a la frustración ya está establecida, puede reaccionar con rabietas o agresividad: «En estos casos, es importante ignorar y no prestar atención a su conducta para que poco a poco se vaya extinguiendo», recomienda Rodríguez Hernández.
9- Si su conducta requiere un castigo, hay que explicar, según la edad del niño, el porqué de ese castigo, en forma impersonal para que así aprenda. «En lugar de ‘eres malo’, mejor decir ‘está mal hecho’, recomienda Rodríguez Hernández.
10- Enseñar a que el niño exprese sus emociones. «Entender qué le pasa y escucharle expresar sus sentimientos ante cualquier hecho frustrante es una ayuda para aumentar su tolerancia a las situaciones desagradables», asegura Collado.
11- Es importante que los padres compartan con sus hijos sus actividades diarias, juegos, etc. Según aconseja Rodríguez Hernández, si acompañamos a un hijo en el procedimiento que realiza, será posible intervenir en el refuerzo y modulación de todas las fases, y no sólo en la evaluación final del resultado.
12- Ser modelos para nuestros hijos cuando juguemos con ellos. «Crear situaciones donde algo nos sale mal a nosotros como padres. Por ejemplo, que se me caiga un castillo de cubos. Así el niño podrá ver cómo respondemos. Decir en voz alta: ‘No pasa nada, lo voy a intentar otra vez'», aconseja Quiroga.

Verónica García Trujillo
Psicóloga General Sanitaria

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